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San León Magno, Papa de Ia Romanidad
Cuando nos referimos a los personajes y escritores cristianos que llenan el bien cumplido siglo que va del 325 al 450, podemos hablar con todo derecho del apogeo y de Ia «edad de oro» de Ia Patrística. En efecto, de ese tiempo son los Gregorios de Nisa y de Nacianzo, los Basilios y Atanasios, Juan «de Ia boca de oro», entre los orientales. De los latinos baste mencionar aquí a Hilario de Poitiers, a Ambrosio de Milán, a Jerónimo y Agustín. Pero al mismo tiempo, si consideramos el constante peligro de las invasiones bárbaras, hecho realidad a principio del siglo v, y tenemos en cuenta las luchas dogmáticas que amenazan internamente Ia vida de Ia Iglesia, podremos calificar aquellos tiempos como Ia decadencia del Imperio Romano, no sólo en Io que se refiere a sus instituciones políticas y sociales sino en Io que encierra de valores espirituales. Incluso se ha llegado a comparar Ia época de las persecuciones con aquella otra época de peligros constantes para Ia fe cristiana, valientemente sostenida por Ia doctrina de los escritores que hemos mencionado y por Ia vida evangélica de sus pastores. De entre los personajes que ilustran Ia «edad de oro» de Ia patrística podemos señalar con todos los honores a León Magno, el más ilustre Pontífice del período del Imperio cristiano y el primer Papa que ha dejado una obra literaria considerable. De todos modos, como hemos de ver, León Magno pertenece más bien a Ia historia de Ia Iglesia que a Ia historia de Ia literatura. Podemos decir, sin más, que no es un literato. Es sencillamente un Obispo, un Obispo de Roma o, si admitimos esta denominación, «un Papa de Ia Romanidad». Su pontificado fue uno de los más largos del antiguo cristianismo. Sus veinte años de
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