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AÑORANZAS DE PAZ 0 AYES DE GUERRA
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Desde que Uiises se fué a ver esa malhadada Troya nunca nombrable.,. Hornero, Odi$ea, 19, 597* Cantor de las guerras es Hornero, pero cantor sincero. Con esa objetividad clarividente con que descubre Ia esencia de las cosas, ve Jas guerras como un montón de ruinas, como un lago de lágrimas y sangre. Y hace sentir al alrna su tragedia inmensa, y de Io más hondo del corazón afloran a los labios desahogos de seres desgraciados que maldicen su tragedia. Son ansias de Ia paz, son detestaciones de Ia guerra, son añoranzas de otro bien perdido, son de las penas que Ia guerra trae Ia confesión sincera. Qué bien decía Néstor a Telémaco: *¡Oh amigo! Me traes a Ia memoria las calamidades que en aquel pueblo padecimos los aqueos, indomables por el valor, unas veces vagando en las naves por el sombrío ponto hacia donde nos llevaba Aquiles en busca de botín y otras combatiendo alrededor de Ia gran ciudad del rey Príamo. Allí recibieron Ia muerte los mejores capitanes: allí yace el belicoso Ayante; allí Aquiles, allí Patroclo —consejero igual a los dioses,— allí mi amado hijo fuerte y eximio, Antíloco, muy veloz en el correr y buen guerrero* Padecimos, además, muchos infortunios. ¿Cuál de los rnortales hombres podría referirlos totalmente? Aunque deteniéndote aquí cinco o seis años te ocuparas en preguntar cuántos males padecieron allá los divinos aqueos, no te fuera posible saberlos iodos sino que antes de llegar al término, cansado ya, te irías a tu patria tierra. Nueve años estuvimos tramando cosas malas contra ellos y poniendo a su alrededor asechanzas de to-
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