|
SAN J E R O N M O Y LOS CLASICOS
La nave de muchos bancos.
-Naves de muchos bancos» llamaba Homero a las que condujeron a los aqueos a Troya. Si hubiera podido fotografiar en uno de sus epítetos Ia nave que conducía a S. Jerónimo de Venecia —Ia Aquileya de entonces—, al desierto de Siria, Ia hubiera llamado Ia nave de «muchos libros*. El futuro Doctor Máximas no llega ahora a los treinta años. «He abandonado mi casa —nos dice—, mis padres, hermanos y parientes; he renunciado al mundo y ofrecido a Dios mi castidad. Sólo me queda esta biblioteca de Ia que no me puedo separar —bibliotheca carere non poteram— Ia que yo a costa de rniI sudores y fatigas había logrado reunir en Roma —quam mihi Romae summo stadio ac lahoreconfeceram» '. ¿Qué llevaba en aqueila biblioteca? Sobre todo libros de literatura profana. Porque hasta entonces el futuro Doctor Maximus in exponendis Socris Scrípturis había sido un lector empedernido de los autores clásicos. Irá al desierto, y todavía en aquella soledad mezclará Ia penitencia con su lectura, *Itaqae miser ego, lecturas Tiillinm ieiunabam: Mi afición a mi biblioteca de Roma era tal, que ayunaba y leía a Tulio. Lloraba mis pecados durante Ia noche et Plautus samebotur in manas, y tomaba a Plauto en las manos. Si alguna vez vuelto en mí mísmo empezaba a leer los profetas, sermo 2 horrebat incalttis, me daba en rostro su estilo inculto . Necesitó de un sueño misterioso que Ie destetase, por decirlo
1
a
Ad Eiislochinm. Epist. XXII; P, L, Migne, t XXU, Ib,
col, 394.
|