|
RACIONALIDAD EN LA CIENCUV
No trataremos aquí del proceso de creación del conocimiento científico. Tampoco de nuestra aspiración de cómo quisiéramos que ese conocimiento sea. Esto sería manifiestamente absurdo e improcedente. La ciencia simplemente es. Ése es nuestro dato fundamental y a él debemos atenernos si nos interesamos por filosofar sobre ella. Interesa, pues, en el ámbito de esta breve reflexión, el discurso científico consagrado, tal como Io hemos recibido de nuestros mayores y tal como se expone en los libros de texto y de divulgación. La ciencia no es una creación intelectual que haya surgido perfecta —así como Minerva de Ia cabeza de Zeus— sobre bases totalmente «a priori» de suerte tal que nos sea imposible considerar Ia posibilidad de una ciencia distinta a Ia que conocemos si las condiciones de evolución histórica y biológica de nuestra especie hubieren sido en virtud, por ejemplo, del medio natural totalmente distintas. La ciencia es realidad humana y, en efecto, producto humano con todas las vicisitudes que ello naturalmente implica. Precisamente, vista así Ia ciencia, tiene indudablemente un perfil, una silueta y un estilo que Ie es característico y que mantiene desde los primeros mitos racionales de Ia Grecia Antigua hasta los últimos mitos intelectuales como el del bigbang o de Ia mecánica cuántica de Ia ciencia contemporánea.
I
Por Io pronto, es claro que un grupo de verdades sueltas no constituyen todavía ciencia; Ia ciencia, tal como Ia hemos visto desarrollarse en Occidente, no está constituida por colecciones más o menos ordenadas de conocimientos certeros sin relaciones de fundamentación entre sí. Un grupo de verdades relativas a Ia química, a Ia física o Ia matemática, si nada tienen que ver entre sí es dudoso que constituyan un saber científico.
|