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SOBRE LA RACIONALIDAD ANTROPOLOGICA
Durante los últimos años se ha despertado entre nosotros un interés desusado por el problema de Ia racionalidad antropológica, por el llamado «estatuto epistemológico» de Ia ciencia del hombre y por otros temas afines o colindantes. En buena medida, dicho interés culminó en el Simposio de Profesores de Antropología Filosófica, celebrado en Madrid hace poco, y cuyas actas no han conocido todavía Ia luz pública. En Ia presente recensión múltiple quiero hacerme cargo de algunos de los últimos libros sobre el tema editados en español. Tocaré solamente ciertos puntos por juzgarlos interesantes desde mi peculiar punto de vista. De manera deliberada voy a dejar orillados a varios autores: a unos porque ya 'he escrito sobre eUos en otras ocasiones, y a otros porque pienso reoensarlos en fecha próxima. Concretamente, Cencillo —quizás el que con mayor arrojo ha abordado el problema de Ia raíio anthropologica— bien merece un estudio aparte que algún día, D.v., emprenderemos. 1. Comenzamos por un librito de Claudio Esteva Fabregat, Antropología y Filosofía,, publicado en Barcelona, con el Dep. Legal en 1973. Se abre el opúsculo con un interrogante que intenta centrar Ia cuestión-. «Si Ia Antropología es, por definición, el estudio del hombre, y si dicho estudio implica necesariamente una teoría del ser humano, ¿qué clase de problemática puede diferenciar a un antropólogo de un filósofo? ¿Qué puede serles propio en cada caso?» (p. 5). En nota marginal precisa que entiende por Antropología el «estudio científico del hombre y de su comportamiento como especie y en función de sus culturas» (p. 5). Así mismo, el autor quiere dejar constancia de que el «trabajo es un intento o esbozo para un planteamiento más completo del problema de las relaciones de Ia Antropología Cultural y de Ia Filosofía, Io cual dejamos para un estudio posterior» (p. 5). Para conseguir el objetivo, C. Esteva parte de una breve definición de cada disciplina, definición que «sólo constituye un medio de abordar Ia problemática de que nos ocupamos» (p. 6). Se trata, por consiguiente, de una definición incoativa, no concZusiva. Por Io que respecta a Ia filosofía, Ia idea que C. Esteva tiene de eUa parece a primera vista bastante peculiar y reductiva, si tenemos en cuenta todo el panorama de Ia historia filosófica: «el filósofo incide en preocupaciones que afectan a los conceptos y a las ideas que el hombre se formula para conducir su existencia y para comprenderla. El trabajo filosófico es una categoría del pensar consigo mismo cada filósofo el sistema de Ia existencia propia con los demás (...); el pensamiento filosófico es, a diferencia del antropológico,
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