SUMMA. Repositorio Institucional

Salmanticensis 48 (2001) 239-270 CONFESIÓN PÚBLICA DE DiOS ANTE LOS NUEVOS ÍDOLOS No es habitual en este momento enhebrar un discurso sobre Ia distinción trascendental entre Dios y los ídolos ni sobre las implicaciones éticas que esa distinción conlleva en el ámbito público para los que Ia admiten en su ámbito privado. Seguramente esa deshabituación se debe a muchas causas: a) En una sociedad instalada en Ia secularidad, como es Ia sociedad europea, es inhabitual Ia reflexión sobre Dios. b) En un mundo de relativismo y de tolerancia no parece correcto calificar como ídolos a los valores que otras personas u otros grupos consideran como absolutos. c) Por otra parte, tratar de establecer una diferencia cualitativa entre Dios y los ídolos Ie convierte a uno en sospechoso de ofensa al ecumenismo, puesto que parecería tratar de monopolizar Ia recepción y administración de Ia salvación. c) Finalmente, vivimos en un momento en que Ia cuestión religiosa ha sido remitida al ámbito de Io privado. El tabú tradicional prohibía el público despliegue de las actividades biológicas. Hoy se ha impuesto una especie de nuevo tabú: no se debe confesar públicamente Ia propia fe religiosa. Curiosamente, es tolerado confesar en público Ia propia increencia en Dios y aun Ia creencia en los ídolos. «Eppur si muove...». Basta echar una mirada a nuestro alrededor para descubrir que Ia idolatría sobrevive. Que son numerosos los objetos, estructuras e instituciones que son veneradas como si de otros tantos absolutos se tratara. Y que numerosos creyentes mueren en Ia plaza pública por hacer profesión de su creencia. Así que vamos a reflexionar por unos momentos sobre los tres núcleos que parecen apuntados en el título.

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