|
COLEGIALIDAD EN EL VATICANO II
por URSIClNO DOMINGUEZ DEL VAL
HlSTORIA.
La sesión tercera del Vatlcano II ha sido Ia más rica en trabajos, Ia más densa en contenido, Ia más constructiva y por eso Ia más importante de las tres. Es un lugar común repetir que el Vaticano II es un complemento del Vaticano I. Si en éste se definió el poder supremo de jurisdicción del Papa sobre toda Ia Iglesia y su infalibilidad en materia de fe y costumbres, aquel ha precisado de una manera todavía incompleta los poderes de los obispos, su puesto y su función en Ia Iglesia, pero no como contrapeso a Ia autoridad del Romano Pontífice sino como complemento. Una declaración sobre Ia «colegiaUdad episcopal» como punto de partida en el Colegio ApostóUco, y como sucesor de mismo, era de todo punto necesarda, si se quería abordar diversos problemas eclesiológicos a Ia luz de su auténtica teología, tales como Ia responsabilidad misional de Ia Iglesia, con todas sus consecuencias, y el mismo problema ecuménico. Las jornadas más movidas y apasionantes del concilio se han vivido al estudiar el tema de Ia colegialidad. La colegjialidad ha existido siempre en Ia Iglesia, si bien en algunas épocas no se ha llevado a te. práctica; Ia colegialidad no es creación del Vaticano II. ¿No es verdad que el Vaticano I —en las discusiones naturahnente— se había precisado esta misma doctrina, y tal vez con más energía? El Vaticano II no ha cambiado Ia función corporativa de los obispos. Antes de ahora el episcopado fue consultado por el Papa para ejercer una función colectiva mediante consultas a los obispos, concilios ecuménicos, correspondencia episcopal entre Roma y las demás Iglesias. Con razón podía afirmar el Papa en el discurso final de Ia tercera sesión al promulgar Ia Constitución Lumen Gentium: «Lo que Ia Iglesia ha enseñado a Io largo de los siglos, nosotros Io seguimos enseñan-
|