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El «Hades» de los antiguos helenos y el «Sheol» de los hebreos
1. LA MUERTE, SUPBEMA FBUSTACION DEL HOMBBE
Todos los hombres de todas las épocas y en todas las latitudes han considerado como el máximo bien Ia vida en su plena manifestación físico-psíquica, y por eso, Ia muerte, como cesación de Ia vida ha sido siempre su máxima obsesión, porque el ser humano es el único ser viviente que sabe que ha de morir, es decir, que se van a interrumpir definitivamente las incoercibles ilusiones de pervivencia indefinida a Ia luz del sol, fuerza vivificadora del universo y manantial de alegría en contacto con Ia madre tierra. Es Io que se ha llamado «la angustia vital» o el «sentimiento trágico de Ia vida». Porque es a pesar del trágico esfuerzo vital con sus frustraciones de cada día, en lucha por Ia existencia. Pero, además, el ser humano, no sólo aspira a sobrevivir, sino a perfeccionarse para transformar su entorno físico al servicio de un bienestar, fuente de todo progreso. Pero como el hombre es un ser mixto, compuesto de espíritu y materia, aspira a perpetuarse, superando, con Ia transformación técnico^ultural, las limitaciones de su existencia, para saborear Ia vida no sólo en su dimensión instintiva, sino en Ia racional y estética. Por eso, el ser humano, con su dualismo radical físico-psíquico, es esencialmente inconformista, y aspira nada menos que a ser «como Dios, conocedor del bien y del mal» (Gen 3, 5), es decir, con capacidad de determinar Io bueno y Io malo en Ia vida en competencia con Ia misma divinidad; es el gran desafío prometeico-inconformista que late en el trasfondo de las tradiciones helénicas y bíblicas.
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