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TRES CAMINOS, UN LABERINTO Y EL REINO DE LA FICCIÓN
En 1576, veinte años antes del nacimiento de Descartes se terminó en Toulouse Ia obra del médico y filósofo hispano-luso Francisco Sánchez que lleva por título Quod riihil scitur (Que nada se sabe)1. Durante mucho tiempo y pese a Io provocativo del título no parece que despertara gran interés y consideración. Sólo, como recuerda Popkin 2, en los últimos cien años ha llegado a ser considerado como uno de los pensadores más agudos y avanzados del siglo xvi. Ese inesperado aprecio se justifica en haber sido el único escéptico que al mismo tiempo fue un pensador positivo. Es difícil llegar a saber cómo se enlazan entre sí los diferentes hilos de que resulta el tejido precursor de Ia modernidad; prefiero dejarlo para historiadores y eruditos 3. Sean constatables o no las influencias más allá de Io hasta ahora conocido, bien puede ser que el problema formulado por Sánchez esté más cerca de los planteamientos modernos que el de otros tan ilustres contemporáneos como Montaigne. Dos órdenes de razones contribuyen a despertar hoy su interés: El primero, que se trata de una obra filosófica por derecho propio, que desarrolla una crítica filosófica del aristotelismo, en lugar de quedarse como era habitual entre los escépticos, en el recorrido arriba y abajo de Ia historia de Ia estupidez humana en sus diversas presentaciones. Por ese lado aún podemos apren-
1 Fr. Sánchez, Quod nihil scitur. La obra se publicó por primera vez en Lyon en 1581. (Ed. Trad. y notas de S. Rábade, J. M. Artola y M. F. Pérez. Madrid, CSIC, 1984). Las citas en el texto según esta edición, indicando paginación original y castellana. 2 R. Popkin, La historia del escepticismo desde Erasmo hasta Spinoza, México, FCE, 1983, p. 81. 3 El poder contar con una obra como Ia de M. González: O Labirinto de Minos (Seminario de Estudios Galegos, Santiago 1991) me excusa de referencias documentales y desarrollos pormenorizados.
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