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RECENSIONES
V. FARlAS, Heidegger y el nazismo (Muchnik editores, Barcelona 1989), 420 pp., 21,1 X 11 cm. Desde su publicación original, este libro arrastra consigo un oportunista escándalo, del cual resulta imprescindible distanciarse si es que Ia presente obra ha de significar alguna aportación para el estudio de una de las filosofías más importantes de nuestro tiempo. Era conocido para todos los que querían saberlo que Heidegger tuvo un compromiso militante con el régimen nazi y que su año escaso al frente del rectorado de Ia Universidad de Friburgo estuvo marcado por Ia labor de un decidido militante. Farías, a través de una investigación documental valiosa y bastante novedosa, quiere demostrar en esta obra tres cosas distintas: que Ia identificación de Heidegger con el nazismo fue mucho más profunda y duradera de Io que ordinariamente se admitía; que no fue producto de un encuentro azaroso en 1933, sino resultado de toda Ia trayectoria anterior de Heidegger; finalmente, que esa identificación determina contenidos relevantes de Ia filosofía heideggeriana. En mi opinión, el autor sólo prueba satisfactoriamente el primero de los tres puntos enunciados, y este es un mérito de Ia obra que se me antoja indiscutible. Ahora se aclara definitivamente que las discrepancias con el nazismo, insinuadas por el propio Heidegger, no van más allá de una querella interna entre distintas facciones del mismo partido; su abierta oposición al biologismo representado por el Amt Rosenberg se hace en nombre de un nazismo «auténtico» dentro del cual Heideggersoñaba con convertirse en algo así como el Führer de Ia nueva cultura alemana. Tan absurdo sería explicar el fenómeno complejo del nazismo desde el desarrollo de las puras ideas como pensar que el nazismo no tiene nada que ver con ellas. A ese «nazismo auténtico» no renunció jamás Heidegger; nunca dijo una palabra condenatoria, incluso cuando tuvo conocimiento suficiente de los aspectos más criminales del régimen nazi y, a este respecto, las cartas que Ie dirigió Marcuse en 1947-1948 (pp. 385-389) resultan todavía hoy patéticas; a Ia luz de estos datos, alguna declaración posterior del filósofo juega con una calculada ambigüedad, y Io menos que cabe decir es que contiene una considerable dosis de tartufismo. Es cierto que resulta poco probable pensar en un embaucamiento súbito del filósofo por los nazis, y por más que si fuese así no sería el único caso entre los filósofos, tal piadosa explicación no justificaría nada, pues Ia primera obligación de un filósofo es Ia de no dejarse embaucar. A partir de Ia constatación de esa identificación de Heidegger con el nazismo, Farías extrapola su relato hacia atrás, rebusca en los escritos juveniles de Heidegger y en su aprecio por el predicador Abraham a Sancta Clara «los elementos determinantes de su evolución y... las razones de su desarrollo posterior» (p. 57). Con esos elementos se dibuja una línea de germanismo xenófobo, antisemita y marcado por un «conservadurismo revolucionario», cuya desembocadura natural tenía que ser el
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