|
CRITICA DE LIBROS
J. L. Abellán, Historia Critica del Pensamiento español. III: DeI Barroco a Ia Ilustración (Siglos XVlI-XVlW (Espasa-Calpe, Madrid 1981) 918 pp. En 1979 nos ofrecía este investigador los dos primeros volúmenes de esta Historia... y ya en 1981 nos brinda este tercer volumen con parecido o superior atuendo editorial, muy a Ia altura de una gran obra. Admira Ia fecundidad asombrosa de nuestro historiador. Es patente que no todos tienen las mismas posibilidades. En todo caso te propia experiencia en Ia investigación histórica hace ver Io compleja que es Ia Historia de las Ideas, sobre todo con Ia amplitud con que ha sido planeada por J. L. Abellán. De aqui una cierta inquietud de que ante Ia tentación doble del hispano, de lanzado o de demasiado precabido, se haya optado en esta ocasión por Io primero. En nuestra recensión anterior ponderábamos los valores incuestionables que tiene Ia obra de Abellán. Con justicia los refrendábamos. Pero en este tercer volumen son las deficiencias las que más se han impuesto a nuestro mente. TaI vez nuestro estudio de cuatro años sobre esta época para Ueberwegs Grundriss der Geschichte der Philosophie haya puesto demasiado en relieve estas deficiencias. No es, en efecto, aceptable tener que constatar que Ia filosofia, como filosofía, pase a segimdo término, al menos por Io que toca al siglo xvii. Que se dedique un capítulo a exponer las condiciones socio-históricas del cambio del siglo xvii al xviii, con gráficos de movimientos de vecindad en diversas poblaciones, será siempre discutible como aclaración de una historia del pensamiento, si no es en un caso muy excepcional. Pero es peor que el historiador se desentienda de un estudioso como R. Ceñal que se expone detenidamente Io que en Esspaña se piensa de uno de los máximos problemas filosóficos del sigIo xni, el argumento ontotágico. En un plano muy cultural, pero filosóficamente no tan elevado, Abellán sigue los rastros del erasmismo en el siglo xvn. Y hace muy bien en seguir esta pista. Pero nos parece que otros movimientos importantes no quedan suficientemente reflejados, como el simbolismo. Pese a Ia monografía muy sintética y ponderada sobre Calderón, apenas se toca su simbolismo que es, por otra parte, tema epocal. Tampoco podemos aceptar el juicio resolutivo de que «Barroco y Decadencia son caras de Ia misma moneda« (p. 47). Es posible verlo asi desde el siglo xx. Pero el historiador hace historia. No debe proyectar sus preocupaciones en el pasado. Y desde el pasado, desde Ia conciencia dnl barroco, hay que afirmar todo Io contrario: es una época de triunfalismo. Hoy esta palabra se halla en crisis hasta en los ambientes clericales más entusiastas. Pero hay que afirmar que si ha habido una época dd conciencia triunfalista en los veinte siglos de Cristianismo esta época ha sido el Barroco. Basta dar unos pasos por esta universidad en que profeso o contemplar en el gran templo vecino La Purísima de Ribera para tener que confesar que una época en que se plasmaron estas creaciones fue de exaltación gozosa, aún ante los duros contrastes de Ia existencia, que el Barroco no niega sino que, en ocasiones, por ley de contraste, pone muy en relieve. Se toca de soslayo un tema sobre el que he tenido que realizar una investigación a fondo. Me refiero al probabilismo. Es ineludible para el historiador laico verlo desde las disputas y quisicosas clericales que siempre se han dado —en esta ocasión, entre jesuitas y dominicos—. Pero el fondo de Ia cuestión versa sobre Ia actitud de Ia Iglesia: de enfrentamiento con el mundo laico o de preocupación por asimilar sus valores. Pascal vio bien que aquí estaba el fondo de Ì& cuestión en su agria lucha contra los probabilistas. En Ia elaboración de Ia Paz de Westfalia entraron en cuestión estas dos actitudes eclesiales: Ia del emperador con los probabilistas a su lado, sobre todo el famoso Caramuel, que quería Ia paz, al menos como un mal menor, y Ia Santa Sede con los probabilioristas que Ia creían contra los «sagrados derechos de Ia Iglesia». Se inicia entonces una sima que los siglos xviii y xix ahondarán entre
|