|
RECENSIONES
C. Fernández, SI, Los filósofos medievales. Selección de textos. 11 (úlUmo) (BAC, Madrid 1980) VIII+l058 pp. Entre las colecciones de textos filosóficos que viene publicando C. Fernández ha dedicado dos tomos a los filósofos medievales. En el I incluye Ia filosofía patrística, Ia árabe y Ia judía y ha sido reseñado en Cuadernos 8 (1981) 419. Este segundo volumen incluye textos de Escoto Erigena, San Anselmo, Abelardo, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, Boger Bacon, Escoto, Lulio, Eckhart, Ockham y Nicolás de Cusa. Así tenemos una auténtica representación del mundo medieval. Santo Tomás es el que ocupa mayor extensión (pp. 216-747), seguido de lejos por el espacio dedicado a San Alberto, San Buenaventura y Escoto. De Lulio se ofrece el Libro del ascenso y descenso del entendimiento (pp. 964-88), Io que me parece insuficiente dada su representación, tanto en su siglo como en los siguientes, con gran proyección europea. En cada autor se da una lista de las obras principales, una bibliografía general y, en te mayoría de los casos, particular sobre el texto, cuya traducción se ofrece. Los índices amplísimos de materias y nombres al final y general al principio hacen Ia obra de mayor utiUdad, cumpliendo perfectamente Ia finalidad intentada, al facilitar el acercamiento a los grandes textos y a su interpretación directa. Vicente Muñoz Delgado C. Fabro, F. Ocáriz, C. Vansteenkiste y A. Livi, Las razones del tomismo (Ediciones Universidad de Navarra, SA, Pamplona 1980) 138 pp. Contiene cuatro capítulos, cada uno desarrollado por uno de los autores que van en el título, precedidos de una presentación de Carlos Cardona. Son unas reflexiones con motivo del primer centenario de Ia Aeterni Patris (1879) de León XIII. Seguramente el trabajo más incitante y profundo es el cap. I de C. Fabro, Santo Tomás frente al desafío del pensamiento moderno, donde se propugna ante todo Ia distinción entre filosofía y ciencia y, a partir de ella, hay que contraponer «filosofía clásica y filosofía moderna» y más en particular las dos perspectivas antitéticas que responden al principio de inmanencia y al principio de transcendencia (p. 21). En ese horizonte, el tomismo esencial que propugna es una elección de carácter universal, como expresión de las posibilidades de te razón en su quehacer de fundamentación de Ia ciencia y de Ia fe (pp. 42-43). Fernando Ocáriz, cap. II, analiza Los rasgos fundamentales del pensamiento de Santo Tomás (pp. 50-90). C. M. Vansteenkiste estudia el método de investigación, de enseñanza y de actitud científica en Santo Tomás. Finalmente, Antonio Livi, Lo encíclica "Aeterni Patris" y el movimiento neotomista (pp. 117-37) resume Ia historia desde el xviii, deteniéndose especialmente en los grandes tomistas recientes como C. Fabro y los franceses contemporáneos (Garrigou-Lagrange, Giliion, Maritain, te escuela de Lovaina, etc.). Desconoce, al parecer, las grandes figuras españolas como Santiago Ramírez, Francisco Muñiz, A. González Alvarez, etc. La obrita merece meditarse con atención. Considera que estamos en un momento de confusión similar al de Ia primera mitad del xix que provocó el renacimiento tomista de 1879. Se propone un segundo movimiento de renacimiento de una filosofía cristiana de inspiración tomista, superando tes limitaciones históricas del mismo Santo Tomás y del «escuelismo» de algunos de sus discípulos. Vicente Muñoz Delgado
|