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RECENSIONES
E. Mounier, Revolución personalista y comunitaria (Madrid, Edic. Zero, 1975) 378 pp. Se nos ofrece en esta traducción uno de los libros más conocidos de E. Mounier. El prologuista, Carlos Diaz, orienta certeramente sobre el sentido del mismo cuando nos dice que . Este juicio refleja con relevante exactitud el mérito del libro y las ineludibles deficiencias del mismo. El mérito mayor es hacernos asistir al nacimiento de un programa de pensamiento y de acción. Todo nacimiento lleva en sl un mensaje de esperanza y de alegría. Y Ia obra de Mounier en aquel su momento juvenil, crea una atmósfera espiritual que rezuma entusiasmo y esperanzado porvenir. Por ello, es esta obra de Mounier imprescindible para cuantos quieran sentir el palpitar emocionante de aquel espíritu que se encaró con una realidad absurda y enferma. Por absurda y por enferma necesitaba de una luz que Ia iluminara en el caos de su absurdo y de un médico espiritual que supiera aportar las recetas necesarias para mejorarla. Esto fue Io que quiso hacer Mounier en aquel momento en el que Ia nave de nuestra civilización peligraba entre los escoUos de un colectivismo que imponía su horma sin entraña y de un individualismo, cerrado herméticamente sobre sí en su endurecido egoísmo. Mounier quiere construir una nueva civilización cristiana sobre otros cimientos. Ver cómo va erigiendo el nuevo ediflcio es altamente aleccionador. Es Io que el libro nos enseña. Pero ello mismo importa grandes limitaciones. La primera ya Ia indicamos al decir que se trata de un programa de pensamiento y de acción. Todos sabemos Io que es un programa. Y Ia larga distancia que Io separa de un sistema doctrinario. Ahora bien; pese a Io mucho que se ha escrito contra los sistemas y contra el espíritu de sistema, no hay ni puede haber una interpretación honda, auténticamente filosófica, sino a Ia luz de Ia compleja estructura de un sistema. En él adquieren los diversos elementos hondura y significación. Pues sólo a Ia luz del todo se puede justipreciar el valor de los elementos que Io integran. Esto falta en esta obra. Ella, ciertamente, no quiso ser sistemática. El lector, por Io mismo, no se Io puede exigir. Pero éste tiene el derecho de saber, al iniciar su lectura, que se trata tan sólo de reflexiones iniciales, que van presentando un pensamiento que se hace cada vez más rico y orientador. En Ia disposición del libro, al recopilar los artículos, se ha seguido un orden temático. Hubiéramos más bien preferido el cronoZógico. Entonces se sentirla mejor cómo el espíritu de Mounier va matizando su obra a partir de su génesis primera. Si es bello contemplar Ia ascensión auroral de Ia luz, también es bello percibir cómo Ia verdad va clareando más y más en una inteligencia. TaI como el libro se presenta, presenciamos el espiritual dinamismo de aquella mente, con algo de infantil todavía, pero mostrando ya los brotes de una innegable madurez. Es su mérito y su limitación. El contenido, polémico en su momento, hoy Io es menos. Hoy Ia polémica viene suscitada más bien por Ia interpretación del mismo Mounier. En Ia presentación de Ia misma se afirma de modo taxativo:
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