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Camino a la Universidad: Retazos de Historia de la Educación encarnados en piedras y ambientes centenarios
Universidad Pontificia de Salamanca, 13 de noviembre de 2002 Hace casi un cuarto de siglo conocí la Universidad de la que me despido ahora por imperativo legal; pero a la que estaré afectivamente ligado de por vida. Cuando en el curso 1978-1979 vine por primera vez a impartir clase en este Centro lo desconocía todo, tanto sobre él como sobre la ciudad que me acogía. Antes había visitado Salamanca un par de veces, pero las visitas del turista o de paso no constituían, precisamente, ningún tipo de inmersión ni en la ciudad y ni en su significado educativo. Tan es así que el primer día de clase me perdí al venir desde mi casa e hice tarde a la primera clase. Después aprendí bien el camino de modo que casi estaría dispuesto hoy a contar, piedra por piedra, las que forman muros y pavimentos desde el Paseo Canalejas, a lo largo de la calle Rosario, Plaza del Concilio de Trento, calle Juan de la Fuente, calle Jesús, Rúa Mayor y calle de la Compañía, que me son hoy tan familiares. Cuando pasaron los primeros años, en que las miradas a las piedras ya me aburrían, dejé de mirarlas. Entonces comencé a venir a la Universidad sin ver las piedras, ni el número diferente de marcas y matrículas de coches que se me cruzaban o corrían paralelos a mí. Y me di cuenta de que mi camino hacia la Universidad mostraba una serie de piedras, sí, pero cada conjunto de ellas colocado de acuerdo con una corriente del tiempo histórico del que yo iba a ocuparme en la clase inmediata. Tenía muy presente que las últimas plasmaciones del conjunto de una gran corriente histórica, filosófica, literaria, pedagógica, científica que los historiadores 13
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