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Artículo: Papeles Salmantinos de Educación. 2003, n.º 2. Páginas 111-133. ¿Cómo se fabrica un fanático? o falta de puntos de apoyo o diques de contención que controlen la pérdida de puntos de referencia psicológicos, religiosos, éticos o políticos. La gente está ávida de mesías seculares y deposita su necesidad de creer en ídolos del deporte, la música, la ciencia o el cine, llevados por la ‘nostalgia de absoluto’ de un mundo masivamente secularizado (G. Steiner, 1974). Lo que distingue al fanático del simple partidario o seguidor de algo o alguien no es la causa, razón de ser o naturaleza del impulso, sino la dimisión de la capacidad crítica, la incondicionalidad, ceguera y abnegación que deposita en la idea, la cual termina por enajenarle y despersonalizarle. F. Alonso Fernández (1995) considera que el fanatismo marca un punto de inflexión en la regresión involutiva a una especie que denomina como homo sapiens brutalis. Los fanatismos emergen en un efecto resaca o rebote tras etapas de pluralismo e indolencia excesivos, pues sumen a las culturas, grupos o individuos más vacilantes o inmaduros en un gran desconcierto, angustia y desorientación. Ello desemboca en la fuerte necesidad de aferramiento a pilares sólidos, simples y securizantes, aunque sean reductores o sesgados, pero que otorgan una cierta estabilidad a la brújula existencial o cultural y un punto de anclaje que disipa la angustia. El fanático se sitúa en las antípodas de la ciencia, ya que elige seguir una creencia global e incuestionable allí donde el científico expone a la refutación convicciones que debe contrastar empírica o dialécticamente (J. Bergeret, 2001), Ciertamente, todos los ámbitos son susceptibles de derivaciones fanáticas, si bien suele asociarse más dicho concepto a las creencias o a las ideas políticas. Tengamos presente que cualquier idea o búsqueda intelectual puede ser objeto de una obsesión fanática, cual ha ocurrido siempre con los dogmatismos científicos, teológicos y filosóficos, cual se impone ahora con la modalidad bendecida unánimemente del pensamiento único. A este respecto, A. Maalouf nos recuerda que:

 
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