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FAMILIA 35 (2007) 63-75
Familia y corporeidad
Julia Villa García
Universidad Pontificia de Salamanca
1. Introducción
¿Hay alguien que se atreva a decir que nunca ha sentido la fragilidad de su cuerpo? El cuerpo es la imagen de cada uno y esta imagen tiene fecha de caducidad. Se nos deteriora el envoltorio y sentimos la vulnerabilidad de la existencia. Nadie es sin su cuerpo y, nos guste o no, éste será el compañero inseparable que nos ayudará a andar el camino y nos marcará cuándo debemos parar. Pero no sólo somos cuerpo caduco. El cuerpo no sólo es esta funda que nos envuelve y nos da forma. Nunca pensamos en cuerpos, sino en personas que tienen tal o cual cuerpo. De esta forma, consideramos que la persona se identifica por un cuerpo en dinamismo que integra en sí mismo la libertad, la intimidad y la identidad de cada ser humano. El cuerpo es, por tanto, espacio de intimidad y relación, es “territorio en el que se asientan el hombre y la mujer, y del que arrancan sus más amplias y rigurosas posibilidades” (Lledó, 1984). Sólo cuando al cuerpo se le pone nombre se puede hablar de corporeidad. Y entonces surgen el deseo y la necesidad de singularizarse, de relacionarse, de trascenderse, de vivirse. Surge así el yo que necesita un tú por el que sentirse vivo y para el que vivir. Surge también para el yo la necesidad de interaccionar con un mundo en el que moverse para salir al encuentro de los otros, semejantes a él en la figura, a los que identifica y por los que se siente identificado. En este juego de interacciones aparece la familia como primer elemento de referencia. Porque la familia, en sentido simbólico, es una unidad corporal formada por varias individualidades que se aco63
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