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FAM 12 (1996) 107-114
DOCUMENTACION
DISCURSO DE LA SEÑORA MARY ANN GLENDON, JEFA DE LA DELEGACIÓN DE LA SANTA SEDE EN LA CONFERENCIA DE PEKÍN (5-9-95) *
Señora presidenta: La Delegación de la Santa Sede desea, en primer lugar, manifestar su particular agradecimiento y aprecio al Gobierno de la República Popular de China, a quien tiene el placer de renovar los cordiales y respetuosos augurios del Santo Padre Juan Pablo II. La cálida acogida que hemos recibido en Pekín, por parte de las autoridades y del pueblo, y la eficiente preparación de la Conferencia han ayudado también a hacer de esta Conferencia mundial una experiencia memorable. Estamos celebrando la IV Conferencia Mimdial sobre la Mujer. Esta Conferencia continúa la serie de otras Conferencias internacionales que, al acercamos al término de un milenio y al comienzo de uno nuevo, dejarán sin duda una impronta en el clima social internacional. De Río de Janeiro a Viena, de El Cairo a Copenhague, y ahora aquí en Pekín, la comunidad de las naciones y cada Estado han centrado su atención en el significado y consecuencias prácticas de lo que se afirma textualmente en el primer principio de la Declaración de Río, que «el ser humano es el elemento central del desarrollo sostenible». Hoy, más que nunca, nuestra tarea debe consistir en pasar de las aspiraciones a la acción. Debemos procurar que lo que se ha afirmado a nivel universal se haga realidad en la vida cotidiana de las mujeres en todos los lugares del mundo. La histórica opresión de las mujeres ha privado a la especie humana de innumerables recursos. El reconocimiento de la igualdad en dignidad y en derechos fundamentales de las mujeres y de los hombres, y la garantía para todas las mujeres del acceso al pleno ejercicio de estos derechos tendrán consecuencias de largo alcance, y
Tomado de Ecclesia, n. 2.756, 30-9-1995, pp. 35-38.
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