SUMMA. Repositorio Institucional

COMENTARIO LAS UNIVERSIDADES DE LA IGLESIA EN ESPAÑA* Este acto, que estamos celebrando, no es un reconocimiento de méritos como vosotros, por delicadeza, Io habéis presentado. Es, simplemente, Ia proclamación y el testimonio público de una «tarea común» que hemos realizado durante varios años, en un clima de perfecta inteligencia y hasta de auténtica amistad, en Ia que vosotros y yo hemos trabajado con interés y con afán para consolidar Ia vida de este Centro Universitario y para asegurar su futuro. Lo importante en esta decisión que habéis tomado no son los servicios —ni demasiados ni muy importantes, por otra parte— que yo os he podido hacer como Presidente de Ia Conferencia Episcopal o como Gran Canciller de esta Universidad Pontificia. Apenas si he podido prestaros Ia minima atención que esta institución merecía. Eran muchos y complicados los problemas que reclamaban mi atención y mi tiempo durante los años en que ejercí estos cargos por elección de mis hermanos en el episcopado. Pero pudisteis convenceros, ya desde el principio, de que asumia con gozo y esperanza Ia misión que me confiaron. Quise fomentar el entusiasmo en vuestra entrega a Ia investigación teológica, confiando plenamente en vosotros. Incluso solicité en varias ocasiones vuestra colaboración de teólogos profesiones y hasta de pensadores. Estaba convencido de que los obispos necesitábamos de vuestra ayuda en el ejercicio del ministerio, especialmente, en Ia época difícil en Ia que nos ha tocado vivir. La verdad es —Io digo con absoluta sinceridad— que yo he recd* Lección doctoral pronunciada por el Cardenal el 3 de mayo de 1984 en el Aula Magna de nuestra Universidad con ocasión de su investidura como Doctor Honoris Causa en Teología por Ia misma.

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