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RECENSIONES
1) SAGRADA ESCRITURA G. Von Rad, Estudios sobre el Antiguo Testamento (Salamanca, Ediciones Sigúeme, 1976) 475 p. En este volumen se recogen una serie de estudios monográficos publicados en diversas revistas durante un espacio de más de cuarenta años. Hay que tener en cuenta esto para valorar científicamente el contenido de cada uno de ellos, pues algunos resultan anticuados en su planteamiento. Con todo, Ia solidez y penetración del ilustre autor deja su impronta en cada trabajo de un verdadero especialista en los problemas críticos y doctrínales de los diversos libros del Antiguo Testamento. Los trabajos aqul publicados son de Ia más diversa índole: el problema morfológico del Hexatéuco, Ia tierra prometida, el tabernáculo y el arca, Ia imputación de Ia fe como justicia, los comienzos de Ia historiografía en el antiguo Israel, fe y concepción del mundo en el Antiguo Testamento, por no citar más que los principales estudios. Ho podemos en esta reseña hacer un resumen detaUado de cada monografía, con las correspondientes anotaciones no siempre coincidentes con Ia perspectiva del autor, pero en general sus apreciaciones y resultados de Ia investigación están dentro de Ia línea más objetiva de Ja exégesis frente a los apriorismos de Ia escuela de WaUhausen y M. Noth. Así, para nuestro autor las tradiciones patriarcales forman parte de las primeras formulaciones de las «confesiones de fe» en Ia tradición de Israel ya en los tiempos de Ia conquista. La historia se presenta como «historia de salvación» para asentar Ia fe de las nuevas generaciones que han de captar a través de las gestas salvíficas de Yahvé los designios de liberación de su pueblo. Admite eI autor las dos tradiciones.- Ia de Cades y Ia del Sinaí, propuestas por H. Gressmann; e insiste en que Ia tradición del Sinaí '.£ y P) está en relación con las leyendas cúlticas '(Festlegende). Por tanto, Ia historicidad sustancial de los hechos del desierto se mantienen si bien tamizados a través de Ia fe de las nuevas generaciones que actualizan las antiguas tradiciones en los diferentes santuarios antes de Ia centralización en los tiempos de Ia monarquía. Como dice el autor, «Israel ha aprendido a conocer el mundo en el diálogo con Dios» (p. 378), por eso no ha contemplado Ia «naturaleza» como algo estático, pues Ia ha percibido más «como evento que como ser» (p. 379), precisamente porque no es Israel donde debe buscarse Ia cuna de Ia filosofía: todo su pensamiento está impregnado de acontecimientos históricos idealizados que conforman sus creencias y su «cosmovisión». Y todo eUo en función de Ia conciencia de ser el pueblo elegido entre los otros pueblos. Esta
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