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SAGRADA ESCRITURA Y MORAL CRISTIANA
¿Qué hemos de hacer, hermanos? (Act 2, 37). La pregunta pareció inevitable a los oyentes de Pedro. Sigue siéndolo hoy. Precisamente por eso hemos elegido, para comenzar, el interrogante abierto por aquellos primeros oyentes de Ia palabra de Ia Iglesia naciente. Un interrogante enraizado ya en el ministerio terreno de Jesús: Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar Ia vida eterna? (Lc 10, 25) l. Tanto el doctor de Ia ley como los oyentes de Pedro comprenden que hay que hacer algo. Algo distinto de Io que venían haciendr Esto aparece con claridad en ambos casos. ¿Qué es Io que justificaba o exigía este nuevo quehacer? Se presupone que el doctor de Ia ley y los oyentes de Pedro vivían ya conforme a unos principios morales. Ahora se dan cuenta, o simplemente intuyen, que el simple obrar moral no introduce al hombre en Ia verdadera relación con Dios. Esta Ie ha sido regalada al hombre por Dios y, gracias a ella, tiene Ia posibilidad del auténtico obrar moral 2. Aquello por Io que preguntan tiene que ser distinto de un simple o complicado catálogo de virtudes o deberes, que es necesario practicar, o de vicios y pecados, que es preciso evitar. Cierto que encontramos, con cierta frecuencia, dichos catálogos en el Nuevo Testamento, especialmente en el epistolario paulino. Pero sería absolutamente erróneo partir de los catálogos de pecados o de virtudes para determinar Ia ética paulina. Lo específicamente cristiano no se halla en los catálogos.
1 Prescindimos aquí de las diferencias existentes entre los tres Sinópticos en el relato de Ia escena aludida. Creemos que las divergencias han surgido en Ia transmisión del mismo hecho en ambientes distintos y motivaciones diversas. Cf. R. Schnackenburg, El Testimonio Moral del Nuevo Testamento (Madrid 1965) p. 74 ss. 2 H. Conzelmann, Grundriss der Theologie des Neuen Testament (Ch. Keiser, München 1968) p. 141.
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