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ESTRUCTURA SEMIOLOGICA DE LA LITURGIA
INTRODUCCIÓN
1. Pervivencia del lenguaje simbólico. Vivimos en una sociedad técnica, a veces incluso tecnócrata, enfocada a Ia producción y al consumo, cuyas relaciones humanas se caracterizan por Ia palabra concreta y eficaz, sea hablada o escrita, y sobre todo por el sueño de unas relaciones interpersonales de tipo primario, inmediato y fáctico. La incomunicación está ahogando Ia espontaneidad humana en muchos sectores de nuestra cultura l . Por otra parte, los símbolos son juzgados con frecuencia, en su ser de significantes, como una manifestación del estadio precientífico, debido a una mentalidad cartesiana y platónica que impulsa a concebir el cuerpo como una máquina unida a una substancia pensante o como una cárcel, y el mundo exterior como una sombra del cosmos de las ideas. En Ia actualidad no se valora suficientemente Ia causalidad ejemplar, fundamento del valor y de Ia experiencia del símbolo, si Ia comparamos con Ia causalidad eficiente, base de Ia ciencia. Sin embargo, Ia poesía como Ia liturgia y tantas otras manifestaciones de Ia vida y de Ia realidad, que no tienen nada que ver con estados primitivos e incomunicativos, se expresan más profundamente en signos y símbolos. Además, se constata que el símbolo es en general un valor permanente en Ia vida humana. El símbolo no ha perdido su fuerza comunicadora. ¿Acaso no descubrimos constantemente el nacimiento de nuevos y viejos símbolos en nuestra cultura y en las artes actuales? Desde Ia perspectiva religiosa, pagana y cristiana, se advierte que los signos y símbolos son formas permanentes de comunicación. Re1 Cf. C. Castilla del Pino, La Incomunicación (Barcelona 1972); Ch. Morris, La significación y Io significativo (Madrid 1974).
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