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LOS FENÓMENOS EXTRAORDINARIOSY LOS PROCESOS DE BEATIFICACIÓN Y CANONIZACIÓN
por JOSE SEBASTIAN LABOA
Uno de los defectos en que con más frecuencia han caído los biógrafos de los santos es sin duda el haber insistido demasiado sobre aquello que en Ia vida de sus héroes presentaba un aspecto maravilloso. Este defecto ha sido Ia causa de que con frecuencia en Ia biografía de los santos, se haya dado una exagerada importancia a las visiones y revelaciones de los mismos, como si de hecho fuesen las características fundamentales de Ia santidad. Queremos brevemente, a modo de nota, examinar conforme a Ia doctrina vigente en nuestro Sagrado Fuero, el lugar que corresponde a los fenómenos extraordinarios en los procesos de beatificación y canonización. Estudiaremos en primer lugar los fenómenos extraordinarios que tuvieron lugar en vida de los siervos de Dios, que en los procesos ocupan un puesto secundario y accidental, y en segundo lugar, dedicaremos nuestra atención a aquellos fenómenos milagrosos, obrados por intercesión de los siervos de Dios que murieron con fama de santidad, y que, una vez admitidos jurídicamente por los tribunales competentes después de riguroso examen y comprobación canónica, constituyen una parte esencial de los procesos, sin Ia cual no suele Ia Iglesia pronunciar su juicio solemne sobre las virtudes de aquellos, que propone a Ia veneración de los fieles. Ante todo conviene establecer el concepto teológico de santidad: consiste ésta en Ia actualización en el hombre de Ia vida sobrenatural en grado eminente, mediante Ia práctica de las virtudes heroicas, y fundamentalmente en Ia consumación de Ia caridad. Esta es el fundamento y Ia medida de Ia santidad. Santidad es sinónimo de unión vital e íntima con Dios. Esta es Ia perfección suprema propuesta por Cristo a los hombres. El mismo Evangelio nos Io dice: «In his duobus mandatis (Ia plenitud de Ia caridad para con Dios y para con el prójimo) universa lex pendet et prophetae» (Mat. 22, 40). Efectivamente, Ia caridad comprende todas las demás virtudes, que de ella reciben su fuerza, su justificación y su mérito. Todo género de imitación de Cristo no tiende sino a Ia unión efectiva y afectiva con Dios. «Praecepta alia a praecepto caritatis —es«Salmanticensis», 7 (1958).
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