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REDC 55 (1998) 771-779
DON ANTONIO MARIA JAVIERRE, VISITADOR APOSTOLICO EN SALAMANCA. TESTIMONIO
Agradezc) profundamente al Rector Magnífico de esta Universidad Pontificia SaIesiana Ia invitación que me ha hecho para intervenir en este acto de homenaje el Emmo. Señor Cardenal Antonio María Javierre. ¿Le habrá contado alguien al Magnífico Rector el afecto casi fraternal que Ie profeso y mi admiración, sincera y profunda hacia su egregia persona? Bien sé que afecto y admiración no son títulos suficientes para justificar mi presencia. Hubo una circunstancia muy especial que, conforme pasa el tiempo, va adquiriendo mayor relieve en Ia vida del cardenal Javierre por los efectos insospechados que se han ido produciendo. Me refiero a su nombramiento de Visitador Apostólico de Ia Universidad Pontificia de Salamanca. El me quiso entonces a su lado como secretario personal. Junto a él trabajé codo con codo, días tras día, casi minuto a minuto. Le conocí entonces mejor y Ie admiré más. De esta vivencia personal y prolongada es desde donde brota el testimonio que se me ha pedido para este acto. Aunque me veo obligado a decir que tendré que hacer un gran esfuerzo de síntesis en gracia al venerable auditorio.
I.
UNA UNIVHRSIDAD CONDENADA A MORIR
Corría el año de 19o9, cuatro justamente después de Ia clausura del Concilio Vaticano II. El vino nuevo que de allí brotó estaba entonces fermentando aún. No había llegado el momento de poderlo vaciar en los odres nuevos que Ie harían llegar a todas partes. Años duros aquellos, de espera anhelante y desasosegada. Especialmente duros y, además, turbulentos en Ia Universidad Pontificia de Salamanca, y más concretamente en su Facultad de Teología, repleta entonces de alumnos. Cito aquí gustoso, por Ia claridad que encierran, unas palabras del que era entonces Rector Magnífico de aquella Universidad en unas declaraciones a Ia prensa:
•Hay que mencionar un alumnado inquieto, tremendamente inquieto, que en Ia enseñanza de Ia teología exige un viraje de 180 grados en un tiempo récord, que en huena parte disocia Ia teología de un sacerdocio en el que, por el momento, n¡ piensa... Hay que decir, sin embargo, que los problemas que plantean los alumnos no son simplemente quimeras de su fantasía. De hecho hay profesores para quienes Ia edad y una línea metodológica cultivada durante toda una vida significan un obstáculo difícilmente superable para Ia docencia que se pide hoy. Y también es
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