|
ORGANIZACIÓN DE LAS ASOCIACIONES DE LOS FIELES
1. SOCIABILIDAD CIVIL Y RELIGIOSA DEL HOMBRE.—Cuando DioS enVÍÓ al
mundo a Ia primera pareja de seres humanos, con el mandato de crecer, multiplicarse y llenar Ia tierra, infundió en ella Ia inclinación y Ia necesidad de Ia vida social. Por eso Ia filosofía mantiene como tesis básica de toda verdadera sociología el principio fundamental de que el hombre por naturaleza es un ser social, no un individuo creado para vivir en el mundo solitariamente o desconectado de los demás de su especie.«Esta tesis, que nosotros no vamos a explicar ahora, ha sido ampliamente constatada y justificada por los grandes filósofos de todos los tiempos: "Naturale est homini ut sit animal sociale et politicum in multitudine vivens... Est igitur homini naturale quod in societate multorum vivat", afirma y después explica ampliamente Santo Tomás de Aquino '. Todos los hombres, por el hecho de poseer Ia naturaleza humana, no sólo tienen dentro de sí el instinto de sociabilidad, sino que también pertenecen a Ia sociedad humana universal. Lo que ya no se recibe necesariamente con Ia naturaleza, y por consiguiente exige trámites posteriores, es Ia adscripción a alguna de las grandes sociedades civiles concretas y principahnente a las asociaciones particulares que de hecho existen dentro de aquéllas; el ingreso en cada una de ellas depende de ciertos hechos o legalidades que debe llenar Ia persona física, y que son diferentes, según se trate de una sociedad o de otra. Así, por ejemplo, Ia inserción en Ia sociedad civil se obtiene casi siempre por el hecho de nacer de tales padres o en tal territorio y también cumpliendo los trámites señalados para alcanzar Ia nacionalidad; en las demás sociedades temporales, dentro de Ia civil, suelen establecerse unas cláusulas fijas para regular Ia admisión en el seno de las mismas de los que postulan Ia categoría de socios. Si del ámbito puramente humano de Ia vida pasamos al plano religioso dentro de Ia verdadera fe, nos vemos forzados a admitir idéntica doctrina. Cristo, que vino al mundo no a destruir Ia naturaleza, sino a restaurar y mejorar Io que se había perdido o deteriorado por el pecado, tomó pie de Ia sociabilidad humana para fundar su Iglesia como verdadera sociedad. Se nos habla, en efecto, de ella en las Sagradas Escrituras como de un reino, una sociedad, un pueblo, una casa, un rebaño, un cuerpo, una familia, etc.; y no cabe duda de que el contenido de todas estas metáforas es plenamente
1
De Regimine Principum 1. I, cap. 1.
|