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EL !«UFO CARO Y CUERVO DE BOGOIA
Desconocemos el origen, Ia estructura y el funcionamiento del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá; pero, a vista de sus producciones, podemos y debemos afirmar que se trata de una corporación eficiente y de una minoría selecta de voluntariosos y entendidos. En Colombia, con ser nación joven, existe ya un legado cultural que pesa y lleva consigo exigencias de acrecimiento. Rubén Darío vió en Bogotá una «ciudad de griego y de latín, vestida de gramática y coronada de lírica». Ignoro si todavía Ia enseñanza oficial y Ia realidad cultural de toda Colombia y aún de sola Bogotá corresponde hoy a esa apreciación benévola del poeta. Mucho nie temo que Ia sucesión vertiginosa de ministros de Educación, impuesta por Ia versatilidad política, y asimismo un criterio torpemente pragmático, —made in U. S. A.- atento a Ia inmediata explotación de las riquezas naturales, haya despojado a Colombia de sus griegos y sus latines. Pero hay nombres que son un exceIsior permanente. Y eso grita en Colombia Ia mernoria y Ia obra de Rufino J. Cuervo y Miguel Antonio Caro. Hace ya días se preguntaba Eugenio D'Ors en su Novísimo Glosario: ¿Por qué las humanidades, Ia tradición del latín, Ia fidelidad hacia Horacio, el cultivo de Ia gramática y de Ia retórica, el castellano impecable, su casticismo, su pureza, Ia superstición del purismo inclusive, han logrado Ia mejor ventura, entre las Españas de ultramar, y casi una característica antonomasia, en Colombia»? Por allá, para explicárselo, suelen remontarse hasta el mismo don Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Santafé de Bogotá,
«de quien puedo decir no ser ayuno deI poético gusto y ejercicio...» *
según atestigua Joan de Castellanos en sus Elegías. Poesías y prosas historiales, algunas de ellas encontradas en estos mismos días en los archivos de Salamanca, nos dejó el caballero don Gonzalo. Pero más cerca de nosotros tenemos al filólogo Cuervo y al polí-
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