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LA LOGICA DEL ARGUMENTO NARRATIVO
En el transcurso de más de diez años dedicados, en colaboración con mis alumnos, al estudio de textos literarios, he tenido repetida ocasión de comentar con ellos Io que en sentido estricto constituye Ia esencia del argumento narrativo. El uso mismo del término «argumento», en literatura, ha Uegado a perder su significado más íntimo, para convertirse exclusivamente en sinónimo de peripecia, de pioí —como se diría en lengua inglesa—, de aventura o de Io que, con palabra de circulación cada vez más frecuente solemos llamar Ia trama de un relato cualquiera. Sin duda estas acepciones son .perfectamente válidas y expresan todas ellas una realidad tan evidente como Io es el conglomerado de episodios que —principales los unos, subordinados los otros— constituyen el cuerpo argumenta! de las narraciones ficticias No nos interesan aquí las modalidades mal llamadas «experimentales» que el género ha ,producido en estos últimos cincuenta o sesenta años, en las que el «argumento» desaparece como tal, o queda relegado a plano muy secundario, casi inapreciable en muchos casos, para dar lugar a otros elementos que hasta entonces se habían considerado de nula importancia. Excepción hecha de las literaturas del absurdo, que quedarán aludidas más adelante, no vamos aquí a referirnos a esa modalidad narrativa, o mejor, a esas modalidades narrativas que en general están vertidas más al «cómo» que al «qué»; y ello, en razón exclusiva de que rebasan el horizonte de este ensayo. Reducidos, pues, a Io que, para entendernos, vamos a denominar -narrativa tradicional», he creído —decía— que el vocablo «argumento» ha sido utilizado con Ia impropiedad que procuran Ia costumbre y el uso, dejándose de lado el que precisamente es su valor semántico más propio. Este último, como todo el mundo sabe, tiene su lugar de origen en el arte lógica, y suele definirse como razonamiento destinado a probar o a refutar una proposición dada. De esta definición nos interesa, sobre todo, el término «razonamiento», del que, según te definición misma, el «argumento» es una subespecie particuter. Todo argumento es un razonamiento, y, como consecuencia —siquiera en un contexto lógico y según su acepción más rigurosa—, equivale a una operación discursiva por Zo cual se concluye que una o varias proposiciones (ios premisos) implican Zo verdad, Ia probabilidad o Ia falsedad de otra proposición (ío conclusióni. El razonamiento así entendido suele implicar una construcción compteja, y esta circunstancia Io aparta considerablemente de mecanismos
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