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REFLEJO Y REFLEXION (Baltasar Gracián, un pensador universal)
Han transcurrido ya veinte años desde aquel 1958 en que, con motivo del tricentenario de Ia muerte de Baltasar Gracián, Ia bibliografía graciana se vió notablemente incrementada. A partir de entonces, Ia figura y Ia obra de Gracián han pasado al nicho elevado de Ia gloria pero también del olvido y de Ia lejanía. No importa que sus aforismos sean citados constantemente, bien o mal traídos, según los casos. Ello puede obedecer a una moda o al inconfesado deseo de servirse de un nombre que suena a palabra mayor. No podemos olvidar que Gracián es el escritor español de mayor proyección universal después de Cervantes. Traducido a todos los idiomas europeos y reeditado constantemente. Ninguno como él ha merecido ser objeto de una traducción original como Ia que llevó a cabo el filósofo alemán Schopenhauer. Los veinte años transcurridos desde aquella efeméride son una invitación que nos obliga a los historiadores del pensamiento español a hacer un balance historiográfico de Ia obra de Gracián, realizar un análisis del «redescubrimiento» de Gracián llevado a cabo a principios de siglo y señalar el camino que considero más transitable para acceder a este pensador hermético y enmascarado. Dado que este trabajo se enmarca dentro de Ia historia del pensamiento español, omito todos aquellos datos eruditos, literarios o biográficos que no son objeto específico del presente estudio, excepto en aquellos casos en que venga exigido por esa peculiar simbiosis que se da entre pensamiento, estilo y vida en Gracián. El desconcierto que causa en el lector medio Ia lectura de las obras de Gracián son debidas precisamente a esta falta de «composición de lugar» —recomendación muy ignaciana— que todo lector debe hacer antes de leer a Gracián. Por haber prescindido de ella, sus hermanos jesuitas no Ie comprendieron y sus críticos posteriores, en gran parte, Io han malinterpretado. El texto graciano ha de ser visto a Ia luz del contexto; aquel es «cifra» de un sentido que está más allá del texto mismo. El lector, Io mismo que Critilo y Andrenio a Io largo de ese viaje interior contado en El Criticón, necesita Ia ayuda de un «descifrazador» o «zahori». Una clave orientativa para el lector de Gracián puede ser Ia siguiente: Gracián es reflejo de su tiempo; pero, sobre todo, es Ia Compañía de Jesús Ia que está reflejando en Gracián sus propias tensiones espirituales y culturales de Ia época. Gracián es religiosamente ignaciano, vitalmente es español, filosóficamente es ecléptico y literariamente es con-
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