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LA TEORIA KANTiANA DE LA CIENCIA A LA LUZ DE LOS RESULTADOS METATEORICOS *
«Quien ha probado una vez Ia Crítica, siente ya siempre repugnancia por Ia charla dogmática» (KANT, Prolegómenosi.
O.—lNTHODUCCION: KANT FILOSOFO COMPLETO
Estamos en vísperas del segundo centenario de Ia primera edición de Ia Crítica de Ia razón pura y acaba de cumplirse el primero de Ia publicación de Ia Conceptografía de Frege. DeI gran lógico alemán oí hablar por primera vez en las clases que recibí de mi profesor Vicente Muñoz Delgado. De él, y del difunto padre Guillermo Fraile, yo puedo decir algo que Herder testimoniaba de Kant: tenían siempre a punto Ia broma, Ia agudeza y el humorismo, y su erudita lección ofrecía siempre el aspecto más divertido. La proximidad de ambas conmemoraciones nos sugiere Ia oportunidad de estudiar Ia teoría kantiana de Ia ciencia a Ia luz de los resultados metateóricos, inconcebibles éstos sin las aportaciones definitivas de Frege al desarrollo de Ia lógica. Kant sigue siendo, como decía Jaspers en el prólogo a su Filosofía (1931), «el filósofo en absoluto, sin parangón con ningún otro por Ia nobleza de su reflexiva humanidad que se patentiza en Ia pureza y rigor de su pensamiento infinitamente movil, a cuyo través no se ve el fondo». Sólo resistirían el parangón Platón y Aristóteles, pero los dos gigantes griegos tienen quoad nos, respecto del alemán, Ia desventaja de que no sabemos a ciencia cierta si todo Io que se les atribuye les pertenece. En nuestro país, que propende a estar «filosóficamente» partido entre quienes desearían que Ia historia se hubiera cerrado antes de Galileo y quienes proceden como si hubiera comenzado en Ia dialéctica del amo y del esclavo de Ia Fenomenología de Hegel, poca herencia se les ha dejado a los «kantianos». Más bien parecen condenados a presenciar una especie de reparto obsceno y equitativo entre dogmáticos dextrógiros y levógiros, compatibles y permutables aUá en Io profundo. Como el vértigo que se dice experimentó Freud al entrever en visión alucinante Ia identidad abismal de los dos principios. Y allá * La amplitud y complejidad que envuelve este enunciado hace pensar en una exposición detenida sólo viable en un libro y no pequeño. Por ello el trabajo redactado para esta ocasión, desprovisto incluso de los accesorios del aparato critico, debe tomarse como una simple aproximación al tema y como un mero anticipo. Exceptuados unos cuantos «latines» el lector Io encontrará todo en castellano.
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