SUMMA. Repositorio Institucional

Salmanticensis 43 (1996) 209-248 LA METAMORFOSIS DEL CREYENTE El creyente nace y se hace. Como todo ser humano. ¿Por qué, entonces, Io afirmamos específicamente del creyente? El interrogante nos obliga a situarnos en el terreno de Ia fe. En este nivel es donde adquiere toda su peculiaridad nuestra afirmación inicial. El nacimiento a Ia vida de Ia fe y el desarrollo posterior, crecimiento e incluso metamorfosis de dicha vida se hallan causados por elementos distintos a los que intervienen en Ia generación natural y en el desarrollo de Ia persona engendrada. El título de nuestro trabajo puede resultar extraño y desconcertante. Lo utilizamos no para llamar Ia atención. Ésta no sería una razón suficiente. Es el apóstol Pablo quien nos autoriza a ello. Su encuentro con Cristo cambió radicalmente, metamorfoseó su vida. A partir de su experiencia íntima y profunda de Ia realidad cristiana describe ésta como una metamorfosis verdaderamente transformante. Aquello que antes odiaba se convierte en el «objeto» de su amor apasionado; Io que había sido descartado por él, se torna en su único centro de interés; considera como basura aquello que había valorado como el bien supremo (FiI 3, 8); convierte en el centro de gravedad de su vida aquello que antes había despreciado; comienza a adorar aquello que antes aborrecía; Aquel y aquello que había pretendido eliminar constituye el objetivo de su entrega y servicio incondicionales. Lo que antes llenaba su corazón se evaporó y dejó sin sentido su vida, siendo suplantado por Alguien o por algo que había adquirido para él un valor infinito frente a aquello que antes había defendido con dientes y uñas. En él se produjo una transformación profunda: Ia metamorfosis cristiana. En lugar de «apresar» a Cristo «fue apresado por Él» (FiI 3, 12). No sólo había encontrado un profeta de mayor categoría que los más célebres de Ia historia de su pueblo, bien conocidos por él, ni un maestro de mayor solvencia que Gamaliel, ni un rabino excepcional cuyas

x

/ / : :