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La experiencia de la finitud no otorga, en sí misma, un sentido a la vida,
pero sí introduce en ella algo que la hace intensamente humana. La finitud de la existencia
queda marcada por la certeza de la presencia ineludible de la muerte. La angustia que
produce la certeza de la inevitabilidad de la propia muerte es la forma más radical en que
se nos manifiesta la naturaleza del Ser, no la ausencia de éste. La referencia a las ideas de
Derrida, Heidegger y Jankélévitch, nos permite perfilar en este trabajo una línea de reflexión
relevante sobre un eterno problema filosófico: la significación de la muerte y su relación con
el sentido de la vida. El modesto objetivo que persigo con este trabajo es mostrar, no sólo
que sigue teniendo sentido reflexionar sobre uno de los temas ineludibles en la historia de
la filosofía, sino también poner de manifiesto la pertinencia de la reflexión filosófica, aun
cuando abordamos a través de ella asuntos que de antemano sabemos que jamás se podrán
resolver de forma definitiva
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