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Andrés L. Jaume Rodríguez
su conocido Science and Metaphysics. Variations on Kantian Themes (1992), Kant and Pre-Kantian Themes (2002) o finalmente su Kant’s Trascendental Metaphysics (2002) hacen de él un filósofo atípico dentro de la tradición americana de la filosofía analítica. Frente al particularismo temático que ocasionalmente pudiera caracterizar a algunos autores típicos de esta tradición vemos en Sellars un claro interés por abarcar una amplia porción de los temas centrales de la reflexión filosófica. Además, pese a su carácter atípico no deja de ser un punto de referencia ineludible para la misma como puede observarse en la obra de Rorty, McDowell o Brandom. El presente artículo analiza sus ideas epistemológicas desde una doble perspectiva, la del conocimiento empírico y la del conocimiento filosófico. La primera de ellas pone el acento en la inexistencia de unos fundamentos epistemológicos independientes y últimos, mientras que la segunda pone de manifiesto la tarea de entender la actividad filosófica como una tarea no sólo de clarificación o análisis conceptual, sino ante todo de autocomprensión. En la primera sección abordaré la cuestión del fundamentalismo epistemológico desde la perspectiva de la filosofía moderna. En la segunda sección me centraré en la crítica a la misma que acomete Sellars en su El empirismo y la Filosofía de la Mente (1956) para, en la tercera y última sección, presentar la temática epistemológica desde una perspectiva antropológica.
1. Filosofía moderna y fundamentalismo epistemológico El proyecto epistemológico con el que se inaugura la Modernidad filosófica tiene claros tintes de ser un proyecto fundamentalista, en el sentido de que lo que se busca es un fundamento sólido e incuestionable desde el que constituir el conocimiento. Tanto Bacon como Descartes muestran un claro interés en tener una experiencia de la realidad directa, una experiencia que no se muestre desde la perspectiva de la autoridad recibida, sino que se someta únicamente a la autoridad de la razón, bien entendida como sentido común, bien como experiencia directa en cualquier caso. El problema de esa experiencia prístina buscada por Bacon y Descartes es una de las formulaciones del problema del conocimiento que, con la Modernidad, va a acaparar una predominancia inusitada hasta el momento que se prolonga aún hasta nuestros días. El Novum Organum de Bacon puede verse como un intento de empezar de nuevo en la investigación de la naturaleza pues, en efecto, de lo que se trata es de deshacerse de todo el pasado libresco que parece impedir una experiencia directa de las cosas de la naturaleza, entendiendo que el conocimiento tiene que ver con la aprehensión de lo que es, y que una vez aprehendido, es incuestionable. Pero este contacto con la naturaleza no es inmediato, sino que al igual que en Descartes es a través de un método. Idea que, por otra parte dará lugar a un pro-
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