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FAM 19 (1999) 125-132
DOCUMENTOS
«La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y en el mundo»
Consejo Pontificio para ios laicos (UOsservatore Romano, n. 6 , 5-2-99)
Las conquistas de la ciencia, y los correspondientes progresos de la medicina, han contribuido de forma decisiva, en los últimos decenios, a prolongar la duración media de la vida humana. La «tercera edad» abarca ima parte considerable de la población mimdial: se trata de personas que salen de los circuitos productivos, disponiendo aún de grandes recursos y de la capacidad de participar en el bien común. A este grupo abundante de «ancianos jóvenes», como definen los demógrafos según las nuevas categorías de la vejez a las personas de los 65 a los 75 años de edad, se agrega el de los «ancianos más ancianos», que superan los 75 años, la cuarta edad, cuyas filas están destinadas a aumentar cada vez más. La prolongación media de la vida, por xm lado, y la disminución, a veces dramática, de la natalidad, por el otro, han producido xma transición demográfica sin precedentes, en la que la pirámide de las edades está completamente invertida con respecto a como se presentaba no hace más de cincuenta años: crece constantemente el número de ancianos y disminuye continuamente el número de jóvenes. El fenómeno, que comenzó durante la década de 1960 en los países del hemisferio norte, llega ahora también a las naciones del hemisferio sur, donde el proceso de envejecimiento es aún más rápido. Esta especie de «revolución silenciosa», que supera los datos demográficos, plantea problemas de orden social, económico, cultural, psicológico y espiritual, cuyo alcance es objeto de esmerada atención por parte de la comunidad internacional. Ya durante la Asamblea mimdial sobre los problemas del envejecimiento de la población, convocada por las Naciones Unidas —^y celebrada en Viena (Austria) del 26 de julio al 6 de agosto de 1982—, se había elaborado un Plan internacional de acción, que sigue siendo, aún hoy, un pimto de referencia a nivel m\m125
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