|
La felicidad y lo divino en el mundo clásico
ERNESTO J. BROTóNS TENA
Desde los comienzos de la historia el ser humano ha anhelado ser feliz. La búsqueda de la felicidad parece grabada a fuego en el corazón del hombre. No en vano, si una palabra es capaz de desatar sueños y de iluminar la vida, ésa es la felicidad. Hablar de ella es penetrar en lo más sagrado de la persona. Por eso, a nadie deja indiferente, máxime cuando parece jugar al escondite con aquel que la busca directamente. Consciente o inconscientemente, sueño o realidad, el tema de la felicidad llena nuestra vida, aunque sea, al menos, en forma de ausencia. Mas los grandes misterios de la vida y de lo humano se tocan, y el misterio de la felicidad ha tenido que convivir a lo largo de la historia humana con los grandes misterios del amor, del sufrimiento, de la muerte, y, de una forma especial, de Dios. Desde los albores de la historia el misterio de la felicidad ha remitido al Misterio con mayúscula. La felicidad tiene "algo" de divino, decía Aristóteles, y por eso la historia de la comprensión de la felicidad no ha sido jamás indiferente a la concepción de la divinidad y de sus relaciones con lo humano. Desde los clásicos hasta nuestros posmodernos, la felicidad y el papel que en ella juega lo divino se han imaginado de las formas más diversas, aunque no siempre con la misma genialidad. "Historia de Dios", historia humana e historia de la felicidad conviven dialécticamente, necesitán-
|