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Prehistoria Latina del Español Sedere, Stare, «Ser»*
El latín cristiano o de los cristianos, que de las dos maneras se denomina, cuyo estudio va atrayendo crecientemente Ia atención de los filólogos, y dentro de su ámbito el latín bíblico, inspiró y configuró el habla latina de sus contemporáneos en su vocabulario y en su sintaxis analítica y estilística. Ese impulso ideológico y vivaz no se limitó a efectos pasajeros y superficiales de mera moda fugaz. Tanto sus modos de expresión como su fondo de vida y de doctrina, han sobrevivido con una parennidad de herencia sustancial, en las palabras, giros, ideas y sentidos de nuestras primitivas hablas romances. Los hablantes de éstas reciben y transmiten un legado espiritual y formal que moldea sus hábitos mentales y parlantes, pero no advierten muchas veces que recogen y gustan las frescas aguas de ininterrumpida corriente lingüística, que tiene sus fuentes en Ia lengua solemne y secular de Ia madre Roma. Esa corriente, viva y fluyente, que atraviesa siglos, pueblos, e instituciones, va englobando y disolviendo en sus modos expresivos, ideas, pensares, quereres, costumbres y sentimientos, que vienen a condensarse y encarnarse en vocablos y frases, como en viejos vasos que guardan precioso licor espiritual e histórico. No es divagación platónica y especulativa esta reflexión. Un ejemplo bien elocuente nos Io ofreie el verbo castellano «ser» en su forma y sentido. Este verbo, forzosamente manoseado y gastado, es tan inexpresivo e impreciso por metafísico y abstracto, que el lenguaje poético y vulgar Io sustituyó en latín por otros verbos más concretos, figurativos y nocionales, que significaran a Ia vez que el ser, algo de los modos
* Un resumen de este trabajo fue pronunciado por el autor, como Comunicación científica en Ia Sección de Salamanca de Ia Sociedad Española de Estudios Clásicos.
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