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La observación de las aves en Roma
Todos los pueblos reconocen Ia existencia de signos, naturales o extraordinarios, enviados por los dioses a los hombres para manifestarles sus voluntades, descubrirles el futuro, resolverles sus problemas y guiarlos. El conocimiento de los signos y presagios constituye un punto fundamental para el estudio de toda religión, en especial de toda religión antigua. El pueblo romano ocupa sin duda un lugar de primer orden entre los pueblos antiguos por Ia sistematización, desarrollo y aplicación de Ia ciencia augural '. La religión romana, escrupulosa en todo Io referente a las cosas sagradas —sacra—, no Io fue menos con respecto a los signos —szgna—, haciendo de ellos y de Ia ciencia augural Ia norma rectora de Ia propia conducta 2 . El propio Cicerón no duda en afirmar que toda Ia religión romana se basa en los «auspicios» y en las «cosas sagradas»: cum omnis populi Romani religio in sacra et in auspicia diuisa sit3. Como el tratamiento completo del tema de los signa nos ocuparía un espacio y un tiempo del que ahora carecemos, vamos a limitar Ia presente exposición al punto concreto y específico de Ia observación de las aves —los auspicios en sentido etimológico y estricto—, recogiendo, por una parte, los datos ya suficientemente conocidos y estudiados de Ia religión romana, y reuniendo, por otra, una serie de materiales de las religiones orientales, menos conocidos y utili1 Cf. G. Dumézil, La religion romaine archaïque (París 1966) 567. 2 Cf. G. Dumézil, o. c., 125. 3 Cic., De nat. deor. III, 5.
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