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Virgilio y Horacio, colaboradores a Ia Paz octaviana
*La Providencia ha enaltecido y adornado excelentemente Ia vida humana, dándonos a Augusto, a quien ha colmado de virtudes, para hacer de él, e! bienhechor de los hombres, nuestro salvador para nosotros y los que vendrátf detrás de nosotros, para hacer cesar Ia guerra y por todas partes reinar Ia paz». TaI es el texto de una de tantas inscripciones hallada en Asia Menor, grabada en piedra, que anuncia Ia celebración de fiestas por el aniversario del nacimiento del Emperador. Estos elogios encontrados en los lugares más remotos del Imperio son un claro exponente de Ia gran estima, admiración y agradecimiento que sintieron los subditos por «nuestro bienhechor, nuestro salvador, el que hizo desaparecer las guerras, el restaurador del orden, el gran pacificador». Son los títulos dados al César más frecuentemente. Esto no quiere decir que durante su principado no hubiera guerras en el Imperio y que todo fuera una completa tranquilidad, porque ahí están las guerras cántabras, párticas y armenias, Ios descalabros en Germania, el desastre de Varo por las huestes de Herminio, sino que Ia paz que enaltecen las inscripciones, es debida a Ia consolidación de Ia autoridad, Ia seguridad interna con Ia desaparición de las guerras civiles y exacciones. Todas estas guerras en las fronteras del Imperio fuerori provocadas por los mismos romanos para consolidar el limes. Como dice Víctor Chapot: «El Imperio no tenía necesidad de extenderse más, habiendo logrado una serie ininterrumpida de fronteras naturales constituidas por el mar, grandes ríos o el desierto, era prudente detenerse allí. Es Io que resalta del célebre testamento conservado en su copia de Ancira, en eI que aun relatando Ia serie completa de sus éxitos, Augusto se esfuerza en aparecer como pacificador más que
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